Omran, y la injusticia que machaca a los indefensos.

Pequeño Omran, tu vida lleva varios días haciéndose un hueco entre Juegos Olímpicos, historias de desgobiernos y noticias insulsas de verano. Muchas noticias ponen el vídeo donde apareces con la mirada perdida, pensando sabe Dios en qué, sin dejar escapar ni un ápice de llanto, ni una mueca de disgusto, ni una queja o grito. Y eso me indigna.

Me indigna que nosotros te veamos día a día rellenar un espacio más, un viral más, una guerra más, una injusticia más. Me indigna que no seamos nosotros los que gritemos y lloremos por tu situación y la de miles de pequeños, niños y niñas, que pierden cada día la esperanza en encontrar un futuro más amable. Me indigna que nos acostumbremos a ver tu rostro como un daño más, fruto de miles de desgracias que como ocurren a kilómetros de nuestros hogares, apenas tocan nuestro corazón tantos segundos como nos bombardean a nosotros con vuestras imágenes. Me indigna pensar en la de cosas que como niños que sois os estáis perdiendo. 

Eres hijo de la guerra, naciste en medio de metralla y escombros, no has conocido una noche en paz, no sabes lo que es jugar sin que tus padres tengan que andar con mil ojos detrás de ti por si de repente llueven de nuevo bombas o balas. 

Y eso me indigna.

De verdad, deseo desde lo más profundo de mi ser, que despertemos esta conciencia dormida, que nos hagamos conscientes de que en estas situaciones duele muchísimo ver cómo se pierde el futuro, cómo los más indefensos quedan marcados de por vida por la violencia y la sangre, cómo la infancia nunca se recupera y que ese momento de magia y color, de creatividad sin límites, de risas y llantos breves pero intensos, de carreras e imaginación, se pierde en el vacío de personas adultas que solo velan por sus propios intereses.

Omran, por desgracia, no serás el último viral, y al igual que pasó con las imágenes de Aylan, caerás en el olvido, a pesar de haber marcado la retina de miles de personas. El sacrificio de miles de niños en el mar y en la guerra, no servirá para que los occidentales y gobiernos salgamos a la calle a gritar justicia.

Y eso me indigna.

Pero nunca jamás caerá en el olvido de mi vida y mis circunstancias, así como tampoco de mis prioridades. Tu vida, y la de tantos niños que sufren contigo, seguirá haciéndome pensar, haciéndome herida y cuestionando mis propias dificultades, animándome a plantear mi propia vida desde un estilo que rompa con las injusticias varias que asolan el día a día.




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