Aún quedan muchos pies que lavar.

Nada más subir al coche de mi tía, tras el largo viaje de vuelta desde Madrid el primer "que pesambre" murciano se me escapa. Se echa a reír y me pregunta que de dónde sale eso. Yo le digo que tuve la suerte de compartir una increíble experiencia que me ha dejado hasta arriba de cosas, entre ellas acentos nuevos y una cantidad enorme de emociones revueltas.


Aquí encima el grupo que participamos en la experiencia de CdT Samaría'16
La más pequeña, pero cómo pesa la dichosa mochila, me decían. Poco antes de marchar yo me despedía del P. Mateo contándole que lo mejor de esta experiencia con los camilos había sido el recuperar nuevas ilusiones y el cargar la mochila de la vida con esas cosas buenas que tan solo pesan en el corazón. Una suerte descubrir que en todos hay miserias, y que nuestro proceso es cambiar de ser miserables a misericordiosos.

Una semana intensa, cargada y llena de nombres que a partir de ahora se quedan grabados como un tatuaje hecho a fuego. Fuego de pasión y fuerzas empleadas en descubrirme a mí misma que al final, la vocación de servicio es lo que cuenta en la vida, cada uno desde sus propias inquietudes.

Cansada, algo pachucha entre toses y el estómago mal, habiendo quemado los hombros al sol, pero llena de alegría por todo lo compartido y agradecida por los caminos que se han cruzado con el mío.

Os preguntaréis de dónde sale el título de la entrada, y por qué aún no he hecho alusión a este.

Es sencillo y a la par cargado de emoción para mí. Estos días he logrado vivir en mi propio ser, en la práctica, en lo cotidiano, esa experiencia de servicio que es lavar los pies al otro. Gracias a tantas personas de este campo, conseguí aprender en base a lo que yo soy, cómo hay que cuidar al que tenemos al lado.

Y no, no a ayudar por ayudar, sino a estar realmente de la forma que se necesita y llevando un proceso de aprendizaje que a mas de uno le daría vértigo pensar.

Es en esta vocación de servicio al que lo necesita donde yo me doy cuenta que tengo tantos dones y talentos que sería una pena dejarlos tirados como un trapo viejo, además que la experiencia de cariño, de confianza, de respeto, de dignificar a las personas en dificultad, te abre los ojos ante tu propia realidad y te descubre que eres frágil, sí, pero que quienes viven en profundidad harán paso siempre a lo bueno y grande que das de ti, y que en ningún momento juzgarán aquello que no sea el amor que regalas al que tienes que ayudar.

Otra de las cosas que más me han llegado es el pensar en que si uno no se quiere a sí mismo, poco podrá querer a los demás. No hablo de un amor egocentrista, de mirarse en el espejo y adorarse por lo que se ve en la superficie, sino de un amor que se centra en el corazón, se abre en él y se suda por cada uno de los poros de la piel. Es ese cariño que a pesar del cansancio se regala en cada mirada y gesto sencillo. Es el profesor que se acerca al alumno cuando nota que su saludo de la mañana no es tan vivo como el de ayer, es el animador de grupos que se acerca a aquel chavalín que hoy llega a la reunión con ojos rojos y encharcados, es el auxiliar de enfermería que entra a la habitación y que con dulzura abre poco a poco la persiana y con suaves palabras se acerca al enfermo o al anciano que tiene que despertar para ayudarle un día más a recuperar su vida. Podría seguir hasta el infinito con mil detalles más que me hacen descubrirme ante la experiencia de servicio y que significan para mí el lavarle los pies tanto al que se dedica a cuidar de los demás como al que necesita que se los laven para quitarle el polvo de la soledad y curarle las heridas que provoca el verse en necesidad de que le toquen para sentir de nuevo la vida correr por sus venas.

Me descubro y quito el sombrero, levanto mis ojos a la luz que he descubierto en esta experiencia. A pesar de haber vivido ya unas cuantas, esta es, sin duda alguna, una de las que más me ha tocado en el concepto que tengo de mi vida y mis esperanzas e ilusiones.

Quedan cosas en el aire, compromisos que a partir de ahora me surgen y quiero organizar para cumplir con ellos, pero lo que ha quedado aquí en la tierra que pisan mis pies sobre la realidad puedo decir que supera toda expectativa previa a lo que conté vivir.

No tengo forma de agradecer a todos los que compartieron estos días conmigo la experiencia, solo me gustaría estar abrazando a cada uno de vosotros ahora mismo y espero que pronto, muy pronto podamos volver a coincidir.

Millones de gracias.

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