Cuando el silencio se impone incoherente a la vida.
Estos días me doy cuenta, tras vivir otra Pascua, que mucha gente guarda silencio de lo que vive en su día a día y de lo que ve. Muchas veces me sorprendo a mi misma pensando en cuánto silencio hay en mi propia vida, y por qué se da tal circunstancia, o si este silencio no será un triste cómplice de las injusticias que asolan el pequeño mundo que me rodea.
Es como si bajar a tu interior, a lo profundo, a tu entraña, te abriese los ojos ante una realidad que descubres fea y gris. Que no te gusta, vaya, que te hiere en tú humanidad y que te entiendes corresponsable de unas cuantas cosas que sabes que podrías cambiar y sin embargo lo más cómodo es quedarte un día más absorto en la falsa realidad. Sí, es falsa, creada, impuesta, porque en nuestro mundo no cabe lugar al llanto, a la incomodidad, al sentirse perdido. Aquí o tienes todas las certezas o no vales, no entiendes, no sales adelante.
Me descubro atónita al ver que el que permite entrar a su corazón la duda encuentra, a veces, más impedimentos que ayudas. Parece que el cuestionarse la vida desde la entraña y no desde la razón es complicarse la vida o creer en ilusiones sin fundamento.
Por eso, cuando veo como los medios tratan lo que pasa con el mundo, siento como si mi humanidad desapareciese con cada nuevo viral que transmiten, porque a fuerza de poner y publicar, de machacar ideas y de lanzar bombazos, parece como si me acostumbrase a ver que las desgracias ajenas son normales y que yo soy un simple muñeco sin opción a responder ante estas.
Y cuando quieres expresar tu inconformidad, disgusta a los demás que son tan occidentales como tu el ver que no estás de acuerdo. Pues no, simplemente mi forma de vida, mis opciones, no contemplan ver como dejamos que la destrucción se haga el pan nuestro de cada día. No se hasta qué punto puedo hacer o deshacer, pero lo que se es que ha llegado el momento en el que no soporto ver tanto dolor causado por el desentendimiento. La cuestión que cada día me hago es en qué puedo yo ayudar a crear lazos de comunidad entre todos, en qué acciones mi mano puede hacer un gesto de acogida al que se siente incomprendido.
Me cuesta verme útil a los demás, a la luz de mis propios ojos. Desconfío de mi misma y me incomoda el no saber dar respuesta a veces ante lo cotidiano que exige mi presencia. Sin embargo se que el silencio no es la forma de responder, que de esa manera nunca me sentiré implicada. Llega ahora un tiempo único en el año para dar forma a nuevos compromisos y romper esos hilos de miedo a actuar.
Si bien el silencio a veces es necesario para encontrarse, hoy en día lo que más falta hace es ser testigos, dar una voz, comunicarse, buscar al otro, salir a su encuentro, repartirse, romperse. Hoy hacen falta manos, y lo único que pido ahora es ser lo suficientemente tierna como para dejarme la vida en trabajar por aquellos que no tienen voz pero que necesitan esperanza, esa misma que yo encontré cuando me deje guiar por el corazón.
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